Por Rafael Méndez Tejeda, PhD.
Universidad de Puerto Rico en Carolina
Miembro del Comité de Asesores en Cambio Climático del gobierno de
Puerto Rico
La tragedia ocurrida en Santo Domingo debido a la enorme cantidad de lluvia caída en poco tiempo debe movernos a reflexionar sobre el impacto del calentamiento global y los fenómenos climáticos extremos en la región del Caribe. La protección de vidas y bienes es la misión principal de la Oficina Nacional de Meteorología (ONAMET) y Centro de Operaciones de Emergencias (COE).
El problema principal es que los gobiernos solo recuerdan éstas cuando ocurren las tragedias o tenemos un huracán en la región, luego de esto, regresarán al olvido.
Desde hace años la ONAMET es un organismo que necesita ser elevado de rango, pero los gobiernos la han mantenido relegada a una oficina de décima categoría. El equipamiento y capacitación de su personal es crucial para enfrentar los impactos del cambio climático. Ninguna de las Oficinas antes mencionadas va a evitar que estos fenómenos ocurran. Pero pueden reducir y/o mitigar su impacto. El Estado debe actuar, ya. El coste de la inacción será mucho mayor que la acción.
Al observar los visuales de esta tragedia llama a la atención que la gente en lugar de ayudar se dedicó a grabar, hasta dónde ha llegado deshumanización por estar subiendo un video para conseguir un “like”. ¿Ese no es el dominicano que yo conocí, que nos ha pasado.
Desde finales de la década del 1990 los científicos del clima han estado alertando sobre el efecto de calentamiento global en estos fenómenos meteorológicos, haciendo énfasis en el aumento de la intensidad y frecuencia de los eventos extremos. En lo que va de este siglo uno de cada cuatro eventos de lluvia extrema ha tenido una conexión clara con el calentamiento global.
En el caso del calentamiento global, por cada grado Celsius (1.8 grados Fahrenheit) que aumenta la temperatura del aire, la cantidad de agua que se evapora aumenta un 7 %. Recordemos que el aumento de la temperatura promedio del planeta es alrededor de 1.3 ºC, por lo tanto, no debe causar tanta sorpresa que hayamos visto eventos de lluvias extremas en todo el mundo, en especial en el trópico, donde la radiación solar llega de forma perpendicular. Lo que da lugar a grandes formaciones nubosas, en particular nubes del tipo de desarrollo vertical, llamadas cumulonimbus, que son generadoras de fuertes e intensas precipitaciones, así como tormentas eléctricas.
Durante esta semana (18 de noviembre de 2023), en Santo Domingo, R.D., ha caído una precipitación histórica para todo el Caribe, 431 ml (aproximadamente 17 pulgadas), dejando la pérdida de 15 vidas, esta es una cantidad de lluvia inmensa para un sistema que no alcanzó la categoría de tormenta. Pero que, debido al calentamiento global ha desarrollado una enorme masa nubosa, en algunos casos superior a la de un huracán de categoría mayor. Otro evento extremo de precipitación en esta misma ciudad ocurrió el 4 de noviembre de 2020, donde cayeron 266 m (aprox. 10.5 pulgadas). Este tipo de lluvia no ciclónica tenía un periodo de recurrencia de 50 años, ahora debido al calentamiento global está ocurriendo en unos pocos añoS
Es importante indicar hace 23 años organizaciones profesionales de ingenieros, arquitectos y geólogos habían hecho algunas advertencias, donde señalaban que se requería de una reformulación del drenaje pluvial, de no hacer esto las áreas que no fuesen bien ancladas cederían, tal como ocurrió.
El cambio climático y sus efectos obligan a revisar los códigos de construcción, ya que estos eventos se harán cada vez más intensos y frecuentes, haciendo que tengamos que adaptarnos a la nueva realidad climática. Pero actuar en terreno, no con las meras participaciones en cumbres como COP28 que es la crónica de un fracaso, donde irán a tomar café, a contribuir con la contaminación de planeta y a malgastar dinero del erario en Dubái.
Aunque algunos persistan en negar el calentamiento global, es innegable que existe y está en aumento. Ignorar este hecho no hará que desaparezca, por lo que es crucial prepararse con planes de adaptación, mitigación y resiliencia. Tragedias como la ocurrida esta semana en el Gran Santo Domingo pueden minimizarse mediante la mejora de los sistemas de alertas tempranas, la prevención de la acumulación masiva de basura que obstruye los desagües y el uso de bombas para evitar que los túneles se conviertan en trampas mortales.
La realidad del calentamiento global no puede ni debe ser ignorada. Prepararnos para un futuro climático cambiante implica una estrecha cooperación entre científicos, ingenieros y planificadores para actualizar y analizar los datos de los diferentes parámetros climatológicos, mejorar y adaptar las infraestructuras. La agenda está cargada y el tiempo de actuar se acaba.